Mientras estaba en el tren en movimiento, un hombre de negocios marroquí, dotado de un innegable encanto oriental, sintió una extraña y poderosa excitación apoderarse de su ser. Su mente se vio inundada por pensamientos eróticos, un deseo salvaje e insaciable que le empujaba a la acción.
Encerrándose en el baño del tren, se dejó mecer por el movimiento hipnótico del vagón, cada sacudida amplificaba su deseo. Lentamente, se despojó de su ropa de trabajo, revelando un cuerpo sin vello.
Las manos del hombre aterrizaron sobre su sexo endurecido por la excitación, iniciando un ballet sensual de caricias y presiones. Las sensaciones se mezclaban con la sinfonía del tren en movimiento, amplificando su placer. La atmósfera confinada de la cabina del baño se cargó de tensión sexual, transformando este pequeño espacio en una burbuja erótica fuera del tiempo.
Finalmente, el placer lo inundó, su cuerpo se contrajo bajo la potencia de su orgasmo. Satisfecho y saciado, se vistió con cuidado, saboreando todavía las últimas convulsiones de su placer solitario. Una vez ajustada su ropa y recuperada su apariencia de hombre de negocios, salió del baño para regresar a su lugar, conservando el recuerdo de su aventura clandestina.
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